Información

Phoebe VA

Chino: Voz: Fu Tingyun
Japonés: Voz: Hondo Kaede
Coreano: Voz: Lee Bo Yong
Inglés: Voz: Rebecca LaChance

Informe de Examen Forte de Phoebe

Poder de Resonancia

Bendiciones radiantes

Informe de Evaluación de Resonancia

[Extracto de la carta de recomendación del orfanato de la Orden] En el momento en que vi la brillante Marca Tácita en su muslo izquierdo superior, supe de inmediato que era una bendición del Imperator. … Su Forte le permitió manifestar luz, refractándola en varias formas de prismas. Incluso en las noches más oscuras, cuando la tormenta ha apagado toda otra luz, ella llena cada habitación con un suave y radiante resplandor. Una luz tan reconfortante que transmite la esencia misma de la esperanza en los momentos más sombríos. Como se dice en los Principios Abisales, tal luz siempre debe haber existido en su corazón, como signo de su devoción incansable… *Este registro ha sido transferido del orfanato a los archivos de la Orden Abisal. Tenemos razones para creer que el Forte sin igual de la acólita Phoebe proviene de su fe inquebrantable en la Divinidad. Esto se demuestra por su relación con los Ecos, una conexión que ha reforzado la confianza que algunos de nuestros fieles tienen en ella. Su participación activa en obras de caridad ya le ha ganado reconocimiento, por lo que hemos votado unánimemente para otorgarle el título de acólita tras su noviciado. Sin embargo, algunos dentro de la Orden creen que su cercanía con los Ecos viola las doctrinas de la Orden. Las bendiciones de los Enviados Divinos deben ser compartidas equitativamente, ya que el amor del Centinela por Su pueblo es imparcial y no está contaminado por el favoritismo. Estar demasiado cerca de los Enviados Divinos podría conllevar riesgos imprevistos. Por esta razón, no recomendamos su nombramiento al Salón de la Servidumbre y creemos que sería más prudente transferirla al Ministerio de Ritos Sagrados en su lugar...

Informe de Diagnóstico de Overclock

[Orden Abisal - Registros del Ministerio de Rituales Sagrados] El gráfico de ondas de la Resonadora Phoebe muestra fluctuaciones elípticas. El patrón del Dominio del Tiempo es estable y no se observan signos de fluctuaciones anormales. Los resultados de la prueba se encuentran dentro del rango de fase normal. Criticidad resonante: Relativamente alta. La frecuencia de la Resonadora Phoebe muestra una alta estabilidad con un bajo riesgo de Overclock. Los registros no muestran antecedentes de Overclock. La acólita Phoebe siempre ha seguido estrictamente las enseñanzas de silencio y autocontrol, haciendo que su estabilidad sea inigualable entre sus pares. Las observaciones muestran que la habilidad de Resonancia de la acólita Phoebe produce una frecuencia estable, afectando fuertemente a los Ecos y Criaturas Remanentes. Los humanos también pueden verse afectados en cierto grado, experimentando sanación a nivel espiritual. Esto la hace particularmente hábil en roles que requieren calma y mediación. *Últimas notas: Se detectó una breve fluctuación de dientes de sierra en la onda regular de la acólita Phoebe. No se han notado anomalías en este momento, pero se recomienda un monitoreo continuo, con mayor atención si es necesario.

Objetos Apreciados y Favores de Phoebe

Tiempo congelado
Tiempo congelado
Un guardapelo que Phoebe lleva consigo, reutilizado de un antiguo reloj de bolsillo. Dentro, guarda un retrato familiar. Se perdió en las profundidades del mar durante un naufragio, pero gracias a la incansable búsqueda de sus amables amigos, finalmente le fue devuelto. «En las fugaces olas del tiempo, en la hermosa espuma del mar y en la luz... hay palabras que quiero decirte, una y otra vez».
«Enviado»
«Enviado»
Un recuerdo hecho a mano de una tierra al otro lado del mar, el único objeto que Phoebe logró conservar cuando vendieron las pertenencias de su familia. En los cuentos para dormir que alguna vez creyó interminables, había un pájaro de alas azules, mensajero de la Divinidad. Se decía que podía atravesar tormentas y llevar felicidad a la niña que, cada noche, enfrentaba la soledad hasta quedarse dormida.
Una visión lejana
Una visión lejana
Una vieja edición descolorida de «El códice abisal», encuadernada a mano por una madre amable y devota. Una acólita competente, responsable y piadosa debe conocer a fondo cada palabra del Códice y recordar las máximas del Centinela. Phoebe siempre sigue los preceptos en su corazón, aunque, en realidad, prefiere el color del cielo al del océano. «El Códice dice que el sufrimiento nos acerca a lo divino, pero, hija mía, aún deseo que tu vida sea pacífica y feliz.»

Historia de Phoebe

La vida diaria de una acólita
En una tarde cualquiera, las amplias calles de Raguna vibraban con una energía inusualmente intensa, mucho más que en años anteriores.

El tan esperado Carnevale estaba listo para regresar, una noticia que ya se había difundido por todo Raguna e incluso más allá de los mares hacia costas lejanas. En los últimos días, viajeros de todos los rincones habían aparecido en la ciudad. Incluso antes de la hora de la cena, la Trattoria Margherita ya estaba llena de comensales ansiosos.

Los exquisitos vinos de Raguna eran tan cautivadores como sus impresionantes vistas. El Nectarvino tenía el poder de sumir a alguien en un dulce sueño, aunque el exceso ocasionalmente provocaba incidentes.

Lo que comenzó como un pequeño desacuerdo sobre gustos pronto se convirtió en un acalorado debate. Tal vez era el desgaste de la contención, o tal vez aquella tarde adormilada pedía a gritos un poco de caos. De cualquier manera, más y más personas se reunieron, uniéndose a la discusión.

El debate se intensificó y, al final, estalló en una pelea a puñetazos.

Por un momento, el restaurante se convirtió en un escenario. Las pizzas surcaban el aire como discos lanzados al azar, los postres caían como proyectiles dulces, y los mariscos, aún resbaladizos, encontraban nuevos destinos en las caras de los transeúntes. Mientras algunos espectadores buscaban refugio, otros no podían resistir la tentación de observar el espectáculo.

«¡Todos! ¡Oh, no hagan eso! ¡Van a romper los platos! ¡Dejen los cubiertos, es peligroso, ¿me oyen?» gritó la dueña, con la cola erizada mientras saltaba de un lado a otro, agitando una pala de pizza. Aun así, tenía demasiado miedo para acercarse demasiado al alboroto.

Justo entonces, una pequeña figura se lanzó desde la multitud.

«¡Por favor, cálmense!»

Con un bastón en mano, la pequeña figura trazó un amplio arco en el aire. Un pájaro dorado descendió del cielo, aparentemente llevando el peso de los cielos. Apenas tocó a los dos hombres enfurecidos en sus frentes, como una libélula rozando la superficie de un estanque.

Los dos hombres, que un instante antes rugían de furia, se desplomaron sobre la mesa con sonrisas beatíficas, entregándose de inmediato a un sueño profundo y apacible.

«No se preocupen, solo se han quedado dormidos», dijo la pequeña acólita rubia mientras guardaba su bastón, «Sin embargo, alterar el orden público es una violación de las regulaciones de la Orden. Aquellos que alteren la paz deben enfrentar el castigo adecuado.»

«La templanza es una virtud que nos otorga el Centinela. Hace que tanto la comida como el Nectarvino sean aún más deliciosos... Espero que este pequeño incidente no haya arruinado el disfrute de su tiempo aquí en Raguna.»

La sonrisa de la acólita era suave y cálida mientras el silencio a su alrededor se extendía.

Cuando finalmente los acólitos llegaron, escoltados por las Guardias, el alboroto ya había terminado.

«¡Sí, sí, lo vi con mis propios ojos! Derribó a esos dos grandullones con solo un toque de su bastón. Luego, de la nada, apareció un enorme peluche Eco y se los llevó. Parecía joven, pero no se puede juzgar un libro por su portada...»

Un comensal, que se había quedado para ayudar a limpiar el desorden, describió la escena con no poca cantidad de entusiasmo.

El acólito principal sacó su Terminal para redactar un informe, solo para descubrir que ya se había enviado uno a la Orden, detallando el incidente y el paradero de los dos que habían sido llevados.

«Entonces... ¿significa eso que todo está resuelto?»

«Por supuesto.» El acólito guardó su Terminal con certeza.

«Déjalo en manos de la acólita Phoebe. Ella sabe cómo manejar estas cosas mejor que nadie.»
Hogar
Estimado Sr. Claremont:

Lamento la demora en ponerme en contacto. He estado abrumado por una cantidad abrumadora de asuntos. Con gran pesar, debo informarle de esta trágica noticia: Nuestro socio comercial, los Marino, fueron atacados por DTs durante su viaje a la Nueva Federación. Lamentablemente, no sobrevivieron. Que el Centinela guíe sus espíritus hacia la paz.

En cuanto al pago por la carga hundida, según nuestro acuerdo previo, he comenzado a liquidar los activos restantes de la familia Marino. Es una medida muy a mi pesar. Tú y yo sabemos cuánto invertimos en ese trato. Ahora, sin nada que lo sostenga, solo me queda la tarea de intentar llenar el vacío de la mejor manera posible.

Debes recordar a Phoebe. La pobre niña ha perdido a sus padres. No tiene adónde ir, y como a menudo estoy fuera por negocios, no puedo cuidarla como se merece. Me dijeron que tienes una relación cercana con un pariente lejano de los Marino, y rezo para que consideres ofrecerle un hogar...


Doblaba la carta con cuidado, verifiqué la dirección una vez más y volví a llamar a la puerta.

Los repetidos golpes ya habían atraído miradas curiosas de los vecinos, pero no hubo respuesta desde dentro. La pequeña niña estaba de pie tranquilamente detrás de mí, con la cabeza baja, como si estuviera acostumbrada a tales situaciones.

«Se fueron de vacaciones hace tiempo», comentó un vecino que pasaba, sin darle mucha importancia. «Dudo que vuelvan pronto.»

«Ya veo... Gracias. Vamos, Phoebe.»

Al girarnos para irnos, vislumbré la cortina ondeando en la ventana lateral. Apreté mi agarre en la mano de Phoebe, llevándola lejos del ostentoso vecindario.

La Ciudad de Raguna era grande, pero encontrar un hogar aquí no era tarea fácil. Había perdido la cuenta de cuántas puertas había tocado y cuántas veces me habían rechazado.

Tras años en el orfanato, había aprendido a lidiar con el rechazo, pero no podía permitir que Phoebe pasara por lo mismo. Era demasiado joven. Lo que realmente necesitaba era un hogar cálido y estable, un lugar donde pudiera sanar en paz.

«Lo sentimos mucho… Entendemos la situación de la niña, pero sabes que adoptar es mucho más que sumar un plato a la mesa… Aquí, al menos, esto es lo que podemos ofrecerte. Te deseamos lo mejor.»

«¿Una carta? Ejem... No recuerdo haber recibido una carta de este tipo. Además, ¿no encontró ya un hogar en el orfanato? Es un buen lugar para que los niños vivan con otros de su edad.»

«...He oído que los Marino aún no han pagado sus deudas. Preferiríamos no tener acreedores llamando a nuestra puerta. Por favor, comprende.»

...

«No estés triste, hermana Isabella. Todo estará bien.»

De repente, un helado se presentó ante mí. Un grupo de pequeños Ecos había aparecido a mi alrededor sin que me diera cuenta, cada uno sosteniendo helados y dulces destinados a los turistas. Estaban apiñados a mi alrededor, o más bien, alrededor de Phoebe.

«Yo sé que los adultos están ocupados, igual que lo estaban mamá y papá. Siempre llegaban a casa tan tarde.»

Observé el helado derritiéndose, asombrada de que fuera ella quien intentara consolarme.

La familia Marino, en su bondad, había ayudado al orfanato a sobrevivir lo peor de la Marea Oscura. Sin embargo, aquí estaba, incapaz de encontrar un hogar adecuado para su hija. Debería haber estado sonriendo en el abrazo de sus padres, viviendo una vida pacífica y feliz sin preocupaciones.

«Está bien, puedo... vivir con todos los demás. Soy feliz estando con todos.»

Cuando permanecí en silencio durante un largo rato, la joven me miró y me dio una sonrisa tranquila, casi reconfortante. Mi corazón tembló.

«Todos se quedarán juntos, ¿verdad? Hermana Isabella? Los acólitos nos dicen que el Centinela siempre está con nosotros, manteniéndonos juntos para que nunca estemos separados.»

Las dijo con tal convicción que, al final, solo pude tragar el nudo en la garganta, contener las lágrimas y abrazarla.

«Está bien... entonces volvamos. Volvamos a casa.»
Noches sin fin
La tormenta nocturna parecía exprimir hasta la última gota de agua de Raguna. Los relámpagos surcaban el cielo, dibujando sombras intrincadas sobre una joven acurrucada en su manta.

Phoebe no podía dormir. Cada vez que cerraba los ojos, veía el mar agitado y furioso. Allí, un barco solitario nunca regresaría a casa, y ella se estaba hundiendo con él.

En noches como esta, su padre solía deslizar un guardapelo con el retrato del Centinela bajo su almohada, diciéndole que la Divinidad la guiaría a través de las tormentas en sus sueños hacia un puerto seguro. Su madre colocaba un ramo de margaritas junto a su cama y le contaba cuentos para dormir. Decía que el Centinela enviaba enviados divinos para proteger a niños valientes y amables como ella.

Pero ahora, los acólitos simplemente le daban una palmadita en la cabeza y le decían que era como cualquier otra niña. Cada rinascitano tenía que soportar el sufrimiento antes de poder recibir el perdón del Centinela al final.

Una vez, cuando miró por encima del hombro de un Acólito, Phoebe vio por primera vez la magnífica estatua del Centinela. La visión de la inmensa y sinuosa cola de pez le causó un momento de pánico, pero la mano suave del Acólito sobre su hombro y la oración calmante y constante ayudaron a calmar su corazón tembloroso.

Fue llevada a una habitación cálida y bien iluminada. Los acólitos la trataban amablemente, pero sabía que probablemente preferían a los niños que no traían problemas con ellos.

Phoebe trató de recordar la canción de cuna que su madre solía cantar, deseando que su melodía resonara en su mente para ahogar la tormenta aullante afuera.

Pero el implacable trueno y la lluvia seguían arrastrándola de vuelta a aquella noche oscura.

Se había colado a bordo de un barco mercante, mirando por el ojo de buey del compartimento de carga para observar el horizonte lejano. Cuando sus padres regresaran, sus velas aparecerían desde esa dirección. Ya no quería esperar más por ellos. Esta vez, iba a ser valiente y encontrarlos ella misma.

Pero el mar no era tan gentil como su madre lo describía en sus historias. Empezó a escuchar pasos apresurados en la cubierta, el ruido se volvía frenético hasta que los gritos perforaron el aire mientras el barco era sacudido violentamente por la tormenta. La embarcación comenzó a hundirse.

Phoebe llamó a sus padres, pero las olas enfurecidas susurraban que nunca volverían.

El agua helada del mar la envolvió, y en su visión desvanecida, vio el relicario de su padre desaparecer en las oscuras profundidades del mar.

Al abrir los ojos, se encontró tendida en la orilla, con la ropa empapada y la piel helada. Una Marca Tácita brillaba en su pierna. Los acólitos que la encontraron dijeron que nadie podía sobrevivir a un mar tan peligroso, y mucho menos una niña pequeña. Creían que era una bendición del Centinela.

Pero Phoebe recordaba vagamente que algo la había salvado. Una presencia tan suave, como una brisa ligera, la había levantado a la superficie y la había depositado suavemente en la orilla, diciéndole…

No tengas miedo. Estoy aquí.

Algo sacó a Phoebe de su sueño. Sintió la cama moverse ligeramente, como si algo suave y esponjoso se hubiera acurrucado a su lado. Su pelaje traía consigo la humedad de la lluvia y el suave aroma de las margaritas.

Entonces Phoebe vio un par de ojos de botón y orejas suaves y caídas: era el Eco callejero que había conocido en Borgo Cantabrisa ese mismo día. Había desenredado la cuerda de la cometa que lo atrapaba, llamándolo Brenno. Más tarde, Brenno presentó a Phoebe a muchos de sus amigos, la llevó a observar las nubes en las colinas, secó sus lágrimas e incluso le hizo una corona de flores bonitas.

No estés triste, Phoebe.

El cuerpo del Peluche se sentía cálido y suave. En la bruma del sueño, Phoebe sintió una presencia tenue y familiar. Se sentía como el viento.

Enterró su rostro en el suave pelaje del peluche y lentamente se sumió de nuevo en un sueño tranquilo.
La mañana todavía llega
Al despertar, Phoebe sintió una humedad persistente en la esquina de su ojo.

«¡Por la gracia del Centinela, otro día para levantarse y brillar!»

Saltó de la cama y alisó rápidamente las sábanas. La pequeña cama que había sido parte de su infancia seguía siendo tan familiar como siempre. Phoebe se dio unas palmaditas rápidas en las mejillas para sacudirse la somnolencia matutina antes de sumergirse directamente en las tareas del día.

El orfanato estaba organizando una pequeña celebración, y se había unido a su acólito sénior para ayudar con los preparativos. Sería su primera vez de regreso desde que se convirtió en iniciada acólita. Había pasado la noche anterior hablando con sus hermanos y hermanas durante un buen rato. Quizás por eso tuvo ese sueño sobre el pasado.

Todos comentaban lo capaz y madura que se veía ahora. No podía permitirse decepcionar sus expectativas.

Después de las oraciones matutinas, Phoebe comenzó a preparar los elementos necesarios para la celebración. La vida de una acólita era ocupada pero gratificante. Para ella, seguir un plan y verlo realizado la hacía sentir segura y satisfecha. Para cuando el sol había subido alto en el cielo, ella y los otros acólitos habían transformado el simple comedor en un espacio vibrante y colorido. Phoebe dispuso el té y los aperitivos y observó a los niños, vestidos con ropa recién lavada y planchada por los Ecos, correr emocionados hacia los brazos de sus cuidadores para recibir sus regalos cuidadosamente envueltos.

Conmovida por esta cálida escena, Phoebe no pudo evitar sonreír.

Recordó cómo su padre siempre le compraba un regalo durante la primera parada de sus viajes de negocios. Cómo su madre siempre inventaba una historia sobre el regalo. A veces eran emocionantes aventuras, otras veces suaves cuentos para dormir. Su regalo favorito había sido un conejo de peluche rosa. En la historia, era una elegante música.

A medida que las partes más oscuras de su pasado se desvanecían, Phoebe se encontraba recordando solo los momentos brillantes y felices.

Un pequeño Eco tiró de su manga, mostrándole orgullosamente un gran globo que acababa de hacer. Instintivamente, extendió la mano para acariciar su cabeza.

«¡Iniciada acólita Phoebe!»

La voz severa de su superior hizo que Phoebe se estremeciera. Rápidamente retiró la mano y observó al Eco alejarse con un atisbo de tristeza. La intensa mirada de su superior parecía atravesarla.

«Por la gracia del Centinela, ten cuidado con tu posición.»

... Aún no se había adaptado completamente a su nuevo rol. Como acólita, no podía tener apegos cercanos con los Ecos.

El Centinela la había guiado hacia personas amables, le había dado comida y proporcionado un techo sobre su cabeza. Con estos regalos venían nuevas responsabilidades. Como acólita, era su deber devolver tal amabilidad.

Sin embargo, como Phoebe, aún tenía su propio tiempo para encontrarse con amigos.

Inconscientemente, su mano fue al guardapelo que colgaba alrededor de su cintura. Era su propio pequeño milagro. Un tesoro que sus amigos habían ayudado a recuperar de las profundidades del mar.

«Señorita Phoebe, mi globo se quedó atrapado en el árbol y no puedo bajarlo. Jimmy dijo que puedes volar. ¿Podrías...?»

«¡Por supuesto!»

El niño que tiraba de su ropa sacó a Phoebe de su ensimismamiento. Dejó a un lado sus pensamientos enredados y volvió a la multitud, sumergiéndose una vez más en el ajetreo de la celebración.

A medida que el sol comenzaba a descender en el cielo, los colores del atardecer se extendieron lentamente por el horizonte.

El trabajo del día había terminado, la multitud se había dispersado y todo cayó en un silencio pacífico. Phoebe se sentó en un banco, cerrando los ojos y dejando que la suave brisa marina la envolviera. El tiempo parecía ralentizarse.

Su pequeña figura parecía solitaria contra el sol poniente. Su superior vino a buscarla, pero al notar su respiración superficial se dio cuenta de que ya se había quedado dormida.

Mientras la chica dormía plácidamente en el banco, pequeños Ecos silenciosos se acercaron desde los lados y se acurrucaron cerca de ella.

El acólito sénior suspiró suavemente, dándose la vuelta para dejarla estar.

«Esta vez... Fingiré que no lo vi.»
En la lejana y deslumbrante luz
Los recuerdos de Phoebe sobre el último Carnevale al que asistió eran difusos.

Desde los hombros de su padre, veía a los Alagrís surcar el cielo entre serpentinas brillantes y pétalos que caían como lluvia, mientras los gritos eufóricos llenaban el aire. Pero aquellos recuerdos infantiles eran demasiado difusos para retenerlos. Ahora, al pensar en el Carnevale, solo un resplandor tenue y ecos lejanos acudían a su mente.

Aun así, las expresiones de sus padres seguían grabadas en su memoria. Su risa, tan genuina, solía dolerle al recordarla, pero ahora brillaba en lo más hondo de su ser.

Lo que antes solo existía en sus sueños ahora cobraba vida ante sus ojos.

Rodeada por la multitud, observaba {Male=al héroe;Female=a la heroína} de cabello oscuro resplandecer bajo la luz, mientras una corona dorada descendía con suavidad hasta posarse sobre su cabeza.

Sintió un vuelco en el pecho. Entre los vítores, su mirada quedaba irremediablemente atrapada por aquel fulgor dorado.

«¡{Male=El Laureado;Female=La Laureada}!»

«¡Gloria a Imperator!»

«¡El Centinela nos ha concedido un milagro!»

Las lágrimas empañaron su visión, ahogadas entre gritos de júbilo.

¿Cómo no conmoverse ante semejante visión? Incluso la Divinidad había concedido un milagro para esa ocasión. En ese instante, Phoebe no pudo evitar preguntarse: ¿cómo podría el Centinela enfadarse con la gente celebrando el Carnevale? Seguramente, el Centinela amaba el Carnevale y la alegría de la gente.

La sombra que se cernía sobre su corazón desde su regreso del Atrio de los Reflejos resurgió, aunque la risa y el canto la disiparon momentáneamente.

Pero esta vez, Phoebe se aferró a ese efímero rastro de duda. Las cosas que había notado, pero había dejado de lado. Las preguntas que habían surgido, pero que instintivamente había evitado enfrentar.

Phoebe parpadeó con fuerza, apartando las lágrimas de las comisuras de sus ojos. Volvió a fijarse en la figura rodeada por la multitud.

Presentía que {Male=él;Female=ella} tenía las respuestas que necesitaba.

Y tarde o temprano, encontraría la verdad tras aquella duda.

Líneas de Voz de Phoebe

Pensamientos: I
*Shhh*... ¿qué hacéis todos aquí? Ah, lo siento {PlayerName}, no quise molestarte. Solo quiero que sepas... No esperaba que esta gente viniera conmigo...
Pensamientos: II
{PlayerName}, ¿cómo conociste a Abby? Perdón, no quiero molestar, pero me llama la atención que seáis inseparables, cuidando y confiando {Male=el uno en el otro;Female=la una en la otra}. Es maravilloso. Abby debe ser... como de la familia.
Pensamientos: III
Sé que los discípulos de la Orden no deberían «apegarse» a los Ecos, pero son mis queridos amigos y eso nunca cambiará. Debe ser una prueba del Centinela para ver si puedo cumplir con mis deberes como acólita mientras mantengo esos... lazos. Es una buena prueba de mi determinación. Solo es que, cada vez que los veo, quiero abrazarlos... ¡No! ¡Debo resistir a la tentación!
Pensamientos: IV
Siempre pareces tan {Male=ocupado;Female=ocupada}, y casi nunca te veo descansar... ¿Quizás te cueste dormir? De ser así , puedo ayudarte. Con un toquecito de mi bastón, tu mente se relajará... ¿Eh? ¿Adónde vas? ¡Que casi no duele!
Pensamientos: V
Globos por el cielo azul, el regocijo de personas y Ecos bajo el arcoíris... Cuando te coronaron con el laurel, me sentí tan feliz... Este Carnevale ha sido espectacular en todos los sentidos y quedará grabado en mi corazón para siempre.
El pasatiempo de Phoebe
De pequeña, me encantaba ir a Borgo Cantabrisa con mis amigos. Nos tumbábamos en sus floridas laderas y observábamos las nubes pasar. Battier tocaba el acordeón y Livia y Brenno tejían guirnaldas de flores que dejaban un embriagador aroma a su paso. A veces todavía vuelvo... en secreto.
El problema de Phoebe
Vi sombras donde la luz no podía llegar. ¿Qué pasaría si el camino en el que tan fervientemente creí no fuera el correcto? Yo... No, no importa. Por favor, no le hagas caso.
Comida favorita
Qué bien huele... Debe ser la pizza de doña Margherita, cocinada por Bakito en su punto... Qué lástima que el día de la pizza de este mes ya pasó. ¿Que qué es el «día de la pizza»? Es el único día del mes en el que nos permiten comer pizza en el orfanato. Aunque ya no paso hambre, como acólita debo resistir la glotonería... Además, la mejor pizza es la que se comparte con amigos.
Comida que no le gusta
Todo lo que comemos proviene de la buena tierra creada por el Centinela. Según Él, «nuestros cuerpos son recipientes para nuestras almas». Debemos sustentar ese recipiente con cosas buenas, como las Bayas de Viscum. Aún tengo algunas. ¿Te gustaría probarlas? El Códice dice que compartir endulza la vida...

Uf... todavía están muy agrias...
Ideales
Rezo para que los niños crezcan junto a sus padres. Para que los marineros regresen a casa tras largos viajes. Para que todos vuelen libres como gaviotas. Para que la civilización se una, a pesar de sus diferencias. Para que el Lamento no nos separe... ¿Eh? ¿Que si rezo para mí? Para mí... Yo...
Chat: I
Este guardapelo fue un regalo de mi padre. Siempre pensé que se había hundido con ese barco mercante, pero de nuevo lo tengo entre mis manos. Esto sí que es un milagro... No puedo pedir más.
Chat: II
Una vez, de pequeña, me desperté en una orilla oscura. Caminé durante lo que pareció una eternidad hasta que encontré a unos amables acólitos de la Orden que me llevaron a una habitación muy luminosa. Me acogieron, me alimentaron y me cuidaron. Con el tiempo se convirtieron en mi familia adoptiva... A veces, en las noches más lluviosas, Livia y Brenno se acurrucaban a mi lado hasta que me quedaba dormida. Con ellos junto a mí... Nunca me sentí sola.
Acerca de Brant
Mi madre me contó una historia sobre un aventurero que desafiaba las tormentas en busca de la libertad. Cuando vi a Brant en el escenario, indolente y temerario entre las aguas agitadas, me recordó a él. A veces pienso que el señor Brant interpreta sus papeles a caballo entre la comedia y la tragedia.
Acerca de Roccia
La señorita Roccia puede parecer fría como el hielo, pero en el fondo es gentil y cariñosa. Su bondad hace sonreír a todos los que la rodean. Y luego está su amiga Perri. ¿Sería posible que Perri también fuera amiga mía?
Acerca de Cartethyia
... Una vez soñé con un mar negro, con olas cada vez más grandes y violentas. Entre la espuma apareció la Sacra Doncella, o al menos eso creo. Su silueta oscilante me recordaba a ella, pero también sentía que era tan diferente...
Acerca de Zani
No todos en Raguna adoran al Centinela. Ciertos acólitos de la Orden creen que el valor de una persona se mide únicamente por su fe en Él... Pero la señorita Zani es valiente y responsable, y para mí es suficiente para superar los prejuicios que se pudieran tener sobre ella. Después de todo, es una persona fiable y respetable.
Deseos de cumpleaños
¡Ding dong! ¡Felicidades! Ooh... confeti, como cuando celebraba cumpleaños con mamá y papá. Esto es un Sialia, un pájaro azul engastado con piedras preciosas de color aguamarina. Es para ti. Un pequeño detalle que te acompañará cuando haga viento y rujan las tormentas. Que tus ojos brillen siempre como los de esta figurita, y que la suerte siempre te acompañe. Tu camino no es el ordenado por el Centinela, sino el que tú {Male=mismo;Female=misma} has creado. Aun así, siempre oraré por ti sin importar adónde vayas.
Inactivo: I
Que Su amor perdure por siempre y nunca cese.
Inactivo: II
Mmh... ¿Eh? ¡Oh, aquí estás! ¿Quién es el buen chico?
Inactivo: III
Mmmh... ¡Anda! Je, je...
Autopresentación
Soy Phoebe, acólita de la Orden. Alabado sea el Centinela. Que te guíe hacia la compasión y la iluminación.
Unirse al equipo: I
Yo me encargo.
Unirse al equipo: II
Resuelvo disputas en nombre del Centinela.
Unirse al equipo: III
Que el Centinela guíe a los perdidos.
Ascensión: I
El mar centelleante no conoce límites.
Ascensión: II
¿Tengo lo que hace falta para luchar contra la oscuridad?
Ascensión: III
Tu luz me ha mostrado un mundo que nunca había visto.
Ascensión: IV
Gracias a ti, mi luz alumbrará a los necesitados.
Ascensión: V
Elevándose sobre las aguas, vi un resplandor dorado... tu sabiduría y tu gracia son mi evangelio, y siempre los conservaré con amor.
Ataque cargado: I
Purifícate.
Ataque cargado: II
Arrepiéntete.
Habilidad de resonancia: I
Cae.
Habilidad de resonancia: II
¡Silencio!
Habilidad de resonancia: III
Por el Centinela.
Habilidad de resonancia: IV
¡Allí!
Habilidad de resonancia: V
¡Respóndeme!
Habilidad de resonancia: VI
¡Es la hora del juicio!
Liberación de resonancia: I
Los cristales me dan fuerza.
Liberación de resonancia: II
¡Que la luz te bendiga!
Habilidad Intro
Centinela, protégeme.
Habilidad Outro: I
Invoco al Centinela...
Habilidad Outro: II
Brilla, luz sagrada.
Habilidad Outro: III
En nombre de Imperator.
Golpe: I
¡Cuidado!
Golpe: II
No me duele, estoy bien.
Herido: I
Este camino es duro...
Herido: II
Proteger a los demás... ¡es mi deber!
Herido: III
El dolor es mi penitencia...
Derrotado: I
Las profundidades marinas... me llaman...
Derrotado: II
Este no es... el final...
Derrotado: III
Veo la luz... adiós.
Invocación de Eco
¡Juntos, nos apoyaremos!
Transformación de Eco
El Poder del Centinela.
Enemigos acercan
Se acercan fuerzas oscuras, no bajéis la guardia.
Planeador
Libre como un pájaro.
Sensor
Rayos de iluminación.
Cofre de suministros: I
Aprecia el regalo que no se da a la ligera.
Cofre de suministros: II
Buena suerte en tu camino.
Cofre de suministros: III
¡Cuán gozosas bendiciones nos trae!