Información
Lupa
Lupa VA
Chino: Shuo Xiaotu
Japonés: Takahashi Minami
Coreano: Kim Ye Reong
Inglés: Kaja Chan
Informe de Examen Forte de Lupa
Poder de Resonancia
Llama aullante
Informe de Evaluación de Resonancia
[Extracto de la evaluación de la resonancia de los gladiadores]
Nombre de contendiente: Lupa
La contendiente está clasificada como Resonadora no congénita y su Forte se manifestó por primera vez durante un evento de gladiadores en la infancia. La duración estimada de la resonancia supera los diez años.
El análisis del espectro de frecuencia indica un alineamiento de resonancia primaria con el fuego. Sin embargo, la superposición de las características observadas en múltiples firmas espectrales estándar hizo que la clasificación definitiva de la fuente no sea concluyente.
La contendiente demostró un aumento constante tanto de la fuerza como de la precisión de sus habilidades a lo largo de su carrera competitiva.
La Marca Tácita está ubicada en el lado izquierdo de la cintura de la contendiente. El despertar de la resonancia va acompañado de rasgos parciales de transformación en lobo. Además de una cola visible, la contendiente declara poseer una mayor sensibilidad olfativa y auditiva.
«La evaluación está completa. Gracias por tu cooperación, contendiente Lupa.
...Ejem, una cosa más: a mi hija le encanta ver tus combates. ¿podría pedirte un autógrafo?»
Informe de Diagnóstico de Overclock
Confirmación del estado previo al combate
Nombre de contendiente: Lupa
El análisis espectral de la forma de onda muestra fluctuaciones elípticas con una representación estable en el dominio temporal. No se detectaron patrones anómalos.
Diagnóstico: el umbral de Overclock es alto. La estabilidad del sujeto sigue siendo robusta. No hay signos ni historial de Overclock.
«La contendiente Lupa se sometió sistemáticamente a exámenes médicos en la fecha prevista. Entre los gladiadores de alto perfil, pocos mantienen rutinas tan rigurosas».
Objetos Apreciados y Favores de Lupa
Medalla antigua
Desde que los padres de Lupa rompieron sus lazos con ella, empezaron a borrarse de su memoria.
Lo único que recuerda ahora es cómo extrañaban los días que pasaban en Colina Capitolina, lejos del pequeño pueblo al que llamaban hogar. Una vez habían llevado el nombre de Silva, hasta que fueron expulsados, avergonzados por la derrota en la arena. A partir de entonces, sus vidas estuvieron marcadas por el arrepentimiento, las penurias y los dedos acusatorios.
No obstante, cuando supieron que Lupa había ganado su primer combate, fueron al herrero e hicieron forjar esta medalla, un regalo para conmemorar su victoria.
Ramo de viburnum
Este fue uno de los muchos ramos que Lupa recibió en la arena: el viburnum de hojas de sangre, la flor de los gladiadores, símbolo de victoria y gloria.
La primera vez que pisó el coliseo Olymdos, luchó como una fiera desencadenada. Implacable. Instintiva. Como un lobo. La multitud se reunió y rugió. Los aplausos chocaron contra ella como olas, las luces de arriba agudas y vertiginosas.
Solo cuando regresó a la sala de espera, con el ramo aún en las manos, se oyó reír a carcajadas.
Pequeñas esculturas de Ta-da
Los habitantes de Septimont adoran las esculturas: grifos, héroes, leyendas... y, por supuesto, los simpáticos Ecos.
¿El favorito de Lupa? Ta-da. Basta con mirar esas cositas alegres y regordetas para alegrarle el día. Por eso eligió un par de esculturas de Ta-da como regalo para su {Male=compañero guerrero;Female=compañera guerrera}.
Capturados a media solapa con sus enormes orejas y su intrépido encanto, parecen listos para lanzarse a la arena, como en su día hicieron Lupa y {PlayerName}. Ese viaje que compartieron sigue siendo uno de sus recuerdos más intensos.
Historia de Lupa
Ardiendo por dentro
Abrasadora: ése era el primer recuerdo que tenía Lupa de la pequeña aldea en la que nació.
Los veranos se prolongaban eternamente, tan calurosos que hasta el lago parecía hervir, pero a los niños de Septimont apenas les importaba. Lejos de allí, en la ciudad en lo alto de Colina Capitolina, estaba a punto de comenzar el Gran Agón. La aldea pocas veces había producido un gladiador lo suficientemente bueno como para entrar, pero la emoción seguía filtrándose por todos los rincones. Ni siquiera los niños pudieron resistirse a empuñar las armas, montando sus simulacros de batalla para celebrarlo.
Llamaron a Lupa a casa a mitad de uno de esos combates.
Al cruzar la puerta, fue recibida por la misma conversación de siempre. Sus padres le preguntaron si estaría dispuesta a mudarse a Colina Capitolina. Dijo que sí. Le preguntaron si estaría dispuesta a convertirse en gladiadora, ya que mostraba signos de ser resonadora. Y, de nuevo, dijo que sí. Se lo habían preguntado muchas veces y ella siempre había respondido lo mismo. Sin embargo, cada vez, sus padres parecían aliviados, como si temieran que algún día se negara, aunque nunca lo hubiera hecho.
Entonces comenzaban las discusiones habituales. ¿Debían intentar reparar los lazos con la Casa Silva, que una vez les había dado la espalda? ¿O debían empezar de nuevo en otro lado? Cada vez que hablaban de aquella hermosa ciudad sobre la colina y de la Casa a la que una vez sirvieron, sus voces adoptaban un tono que oscilaba entre el anhelo de aceptación y el temor al rechazo, igual que cuando hablaban con Lupa sobre su futuro.
Lupa se quedó un rato escuchando. Cuando quedó claro que sus padres habían vuelto a enredarse en sus propias discusiones, olvidando su presencia, se levantó en silencio, salió y se dirigió de nuevo a la arena. El calor sofocante en el interior de su cuerpo parecía aferrarse a ella, pesado y húmedo, creciendo a medida que la presionaba. Ardía en sus venas una ira inquieta y húmeda que no hacía más que calentarse. La impulsaba hacia delante, la hacía correr más rápido, golpear con más fuerza y embestir a su oponente con todo lo que tenía.
Y fue entonces cuando oyó los gritos ahogados de la multitud.
Lupa miró hacia abajo y vio llamas que brotaban de sus miembros, feroces e indómitas, enroscándose hasta envolverla por completo.
Los veranos se prolongaban eternamente, tan calurosos que hasta el lago parecía hervir, pero a los niños de Septimont apenas les importaba. Lejos de allí, en la ciudad en lo alto de Colina Capitolina, estaba a punto de comenzar el Gran Agón. La aldea pocas veces había producido un gladiador lo suficientemente bueno como para entrar, pero la emoción seguía filtrándose por todos los rincones. Ni siquiera los niños pudieron resistirse a empuñar las armas, montando sus simulacros de batalla para celebrarlo.
Llamaron a Lupa a casa a mitad de uno de esos combates.
Al cruzar la puerta, fue recibida por la misma conversación de siempre. Sus padres le preguntaron si estaría dispuesta a mudarse a Colina Capitolina. Dijo que sí. Le preguntaron si estaría dispuesta a convertirse en gladiadora, ya que mostraba signos de ser resonadora. Y, de nuevo, dijo que sí. Se lo habían preguntado muchas veces y ella siempre había respondido lo mismo. Sin embargo, cada vez, sus padres parecían aliviados, como si temieran que algún día se negara, aunque nunca lo hubiera hecho.
Entonces comenzaban las discusiones habituales. ¿Debían intentar reparar los lazos con la Casa Silva, que una vez les había dado la espalda? ¿O debían empezar de nuevo en otro lado? Cada vez que hablaban de aquella hermosa ciudad sobre la colina y de la Casa a la que una vez sirvieron, sus voces adoptaban un tono que oscilaba entre el anhelo de aceptación y el temor al rechazo, igual que cuando hablaban con Lupa sobre su futuro.
Lupa se quedó un rato escuchando. Cuando quedó claro que sus padres habían vuelto a enredarse en sus propias discusiones, olvidando su presencia, se levantó en silencio, salió y se dirigió de nuevo a la arena. El calor sofocante en el interior de su cuerpo parecía aferrarse a ella, pesado y húmedo, creciendo a medida que la presionaba. Ardía en sus venas una ira inquieta y húmeda que no hacía más que calentarse. La impulsaba hacia delante, la hacía correr más rápido, golpear con más fuerza y embestir a su oponente con todo lo que tenía.
Y fue entonces cuando oyó los gritos ahogados de la multitud.
Lupa miró hacia abajo y vio llamas que brotaban de sus miembros, feroces e indómitas, enroscándose hasta envolverla por completo.
En lo alto de la colina
Más tarde, siguió a sus padres a la ciudad de Septimont.
Paredes de piedra blanca, el tintineo de las campanas de viento y esculturas de héroes a cada paso: la ciudad era un lugar de deslumbrantes vistas. Pero lo que más llamó la atención de Lupa fueron los gladiadores. Sus armas, sus Ecos, los equipos y los resultados de los que hablaban con ojos brillantes... Todos ellos despertaron algo feroz en su interior. Esa pequeña llama en su corazón se avivó aún más, impulsándola a ir directamente al coliseo Olymdos y arrojarse a la emoción de la batalla.
Pero no fue así. En lugar de eso, sus padres la llevaron a la finca Silva, donde estaban reunidos muchos otros jóvenes candidatos.
Tras una agotadora serie de combates, Lupa apretó los dientes, empuñó con fuerza su lanza y caminó junto a sus derrotados oponentes hacia la gran sala de los Silva.
Dómina Julia fue quien la eligió entre la multitud.
Lupa dio un paso adelante y se encontró clavada bajo la aguda mirada de la Dómina. Aquellos ojos verde claro como pozos profundos e insondables, sopesando su valía como producto potencial. Instintivamente, Lupa se giró para mirar detrás de ella, pero sus padres ya se habían ido, sus figuras engullidas por las sombras.
Probablemente ya habían recibido una recompensa lo bastante generosa como para ahogar cualquier punzada de culpabilidad por haber abandonado a su propia hija.
Sin embargo, Lupa no se lamentó durante mucho tiempo. Los ajustados cronogramas y las interminables obligaciones sociales dejaban espacio para la tristeza. Muy pronto, de la mano de Dómina Julia, el primer combate de Lupa se convirtió en el centro de atención. Y su voz, fuera cual fuera, se perdió bajo el estruendo de la multitud, engullida por el silencio.
Paredes de piedra blanca, el tintineo de las campanas de viento y esculturas de héroes a cada paso: la ciudad era un lugar de deslumbrantes vistas. Pero lo que más llamó la atención de Lupa fueron los gladiadores. Sus armas, sus Ecos, los equipos y los resultados de los que hablaban con ojos brillantes... Todos ellos despertaron algo feroz en su interior. Esa pequeña llama en su corazón se avivó aún más, impulsándola a ir directamente al coliseo Olymdos y arrojarse a la emoción de la batalla.
Pero no fue así. En lugar de eso, sus padres la llevaron a la finca Silva, donde estaban reunidos muchos otros jóvenes candidatos.
Tras una agotadora serie de combates, Lupa apretó los dientes, empuñó con fuerza su lanza y caminó junto a sus derrotados oponentes hacia la gran sala de los Silva.
Dómina Julia fue quien la eligió entre la multitud.
Lupa dio un paso adelante y se encontró clavada bajo la aguda mirada de la Dómina. Aquellos ojos verde claro como pozos profundos e insondables, sopesando su valía como producto potencial. Instintivamente, Lupa se giró para mirar detrás de ella, pero sus padres ya se habían ido, sus figuras engullidas por las sombras.
Probablemente ya habían recibido una recompensa lo bastante generosa como para ahogar cualquier punzada de culpabilidad por haber abandonado a su propia hija.
Sin embargo, Lupa no se lamentó durante mucho tiempo. Los ajustados cronogramas y las interminables obligaciones sociales dejaban espacio para la tristeza. Muy pronto, de la mano de Dómina Julia, el primer combate de Lupa se convirtió en el centro de atención. Y su voz, fuera cual fuera, se perdió bajo el estruendo de la multitud, engullida por el silencio.
La Loba Solitaria
Cuando Lupa regresó a la sala de entrenamiento, {Male=el compañero;Female=la compañera} con quien había formado pareja los últimos meses ya se había ido.
Se quedó allí un momento, aturdida, antes de avanzar por la habitación a oscuras. Su forte la había dotado de muchas habilidades: fuego, un agudo sentido del olfato y la capacidad de ver en la oscuridad. Sin vacilar, Lupa se dirigió a la silla y se sentó, acomodándose tranquilamente en la oscuridad.
«Bueno», pensó, «probablemente el administrador o la domina enviarán pronto a mi siguiente {Male=compañero;Female=compañera}».
Por fin se había acabado esta farsa.
Habían encontrado a quien filtraba información del equipo y rastreado los rumores hasta su fuente. Julia no era una persona misericordiosa. Por lo tanto, a quien los vendió probablemente se le prohibiría poner un pie en las arenas de la Colina Capitolina durante mucho tiempo.
A medida que la fama de Lupa crecía con los años, sus compañeros de equipo cambiaban constantemente. Algunos no podían seguir el ritmo de su forma de luchar; otros fueron descartados simplemente porque a Julia no le gustaban. Algunos habían venido con malas intenciones desde el principio, como su {Male=antiguo compañero;Female=antigua compañera}. Y otros... no soportaban cómo la atención del público siempre se enfocaba en ella, dejándolos olvidados en las sombras.
Lupa había intentado decir algo al respecto, pero pronto aprendió que incluso el acto de «intentar decir algo» podía herir a los demás.
Tal vez fuera porque ella no estaba donde ellos estaban. Después de todo, ella nunca había conocido el fracaso. O puede que fuera por ese «no lo entenderías» tácito y por el hecho de que, al final, siempre era ella la que salía beneficiada.
Con el tiempo, Lupa aprendió a quedarse callada.
Tras permanecer sentada un rato más, se levantó y se dirigió al armario donde estaban las grabaciones de los combates. Sacó de la estantería una grabación que había visto muchas veces. Tal vez fuera una especie de autoconsuelo, aferrarse a la idea de que incluso los que carecían de talento podían encontrar la alegría en la arena, aunque el gladiador de aquella grabación no había durado mucho y había desaparecido de la arena de forma demasiado repentina.
La luz de Breen la Pantalla proyectaba sombras parpadeantes sobre el rostro de Lupa, dejando tras de sí profundas y huecas manchas de oscuridad.
Se quedó allí un momento, aturdida, antes de avanzar por la habitación a oscuras. Su forte la había dotado de muchas habilidades: fuego, un agudo sentido del olfato y la capacidad de ver en la oscuridad. Sin vacilar, Lupa se dirigió a la silla y se sentó, acomodándose tranquilamente en la oscuridad.
«Bueno», pensó, «probablemente el administrador o la domina enviarán pronto a mi siguiente {Male=compañero;Female=compañera}».
Por fin se había acabado esta farsa.
Habían encontrado a quien filtraba información del equipo y rastreado los rumores hasta su fuente. Julia no era una persona misericordiosa. Por lo tanto, a quien los vendió probablemente se le prohibiría poner un pie en las arenas de la Colina Capitolina durante mucho tiempo.
A medida que la fama de Lupa crecía con los años, sus compañeros de equipo cambiaban constantemente. Algunos no podían seguir el ritmo de su forma de luchar; otros fueron descartados simplemente porque a Julia no le gustaban. Algunos habían venido con malas intenciones desde el principio, como su {Male=antiguo compañero;Female=antigua compañera}. Y otros... no soportaban cómo la atención del público siempre se enfocaba en ella, dejándolos olvidados en las sombras.
Lupa había intentado decir algo al respecto, pero pronto aprendió que incluso el acto de «intentar decir algo» podía herir a los demás.
Tal vez fuera porque ella no estaba donde ellos estaban. Después de todo, ella nunca había conocido el fracaso. O puede que fuera por ese «no lo entenderías» tácito y por el hecho de que, al final, siempre era ella la que salía beneficiada.
Con el tiempo, Lupa aprendió a quedarse callada.
Tras permanecer sentada un rato más, se levantó y se dirigió al armario donde estaban las grabaciones de los combates. Sacó de la estantería una grabación que había visto muchas veces. Tal vez fuera una especie de autoconsuelo, aferrarse a la idea de que incluso los que carecían de talento podían encontrar la alegría en la arena, aunque el gladiador de aquella grabación no había durado mucho y había desaparecido de la arena de forma demasiado repentina.
La luz de Breen la Pantalla proyectaba sombras parpadeantes sobre el rostro de Lupa, dejando tras de sí profundas y huecas manchas de oscuridad.
La sin nombre
La sin nombre avanzó tambaleándose, pasando junto a un Gigante de Gloria.
Sus pasos se hicieron más pesados que antes y sus recuerdos empezaron a desdibujarse. Incluso formar un pensamiento completo se estaba volviendo complicado. A veces, cuando Cartethyia le hablaba, tenía que pensar un buen rato antes de responder.
Este breve viaje probablemente se acercaba a su fin.
Septimont, su ciudad, la ciudad del esplendor, ahora empapada por la marea oscura... La sin nombre ya no sabía si aún podía salvarse. Quizá la investigación a la que se aferraba ya estaba condenada al fracaso. Cartethyia no lo creía, pero la sin nombre no podía aguantar más. Aquella sensación nauseabunda del frío mar carcomiéndola desde dentro le iba calando hasta los huesos y la sangre, convirtiéndola poco a poco en otra cosa.
La buena noticia era que podía sentir cómo se debilitaba su existencia. Tal vez, antes de que la marea oscura la poseyera por completo, simplemente desaparecería. Al menos entonces no arrastraría a Cartethyia con ella.
Cuando trabajaba junto a otros, la sin nombre rara vez era a la que se cuidaba. Ahora, esta impotencia la atormentaba por primera vez. Cartethyia tenía que ir más despacio por su culpa, y la sin nombre se sentía profundamente avergonzada, pero no podía hacer nada salvo esperar... sí, esperar que {Male=el Virtuoso;Female=la Virtuosa} en {Male=el;Female=la} que Cartethyia había confiado llegara pronto.
«Ojalá pudiera seguir siendo útil a mi {Male=nuevo amigo;Female=nueva amiga} aquí».
Apretando los dientes, se apoyó en su arma y se forzó a dar otro paso adelante.
«Ojalá aún pudiera hacer más...»
La sin nombre levantó la cabeza. Arriba de ella, un héroe que una vez había reclamado la gloria en la historia de Septimont se erguía, lanza en mano, mirando hacia abajo. El rostro tallado en piedra parecía albergar una silenciosa compasión, protegiéndola de la oscura lluvia que caía del cielo, ofreciendo un refugio sin palabras a los que venían después.
Sus pasos se hicieron más pesados que antes y sus recuerdos empezaron a desdibujarse. Incluso formar un pensamiento completo se estaba volviendo complicado. A veces, cuando Cartethyia le hablaba, tenía que pensar un buen rato antes de responder.
Este breve viaje probablemente se acercaba a su fin.
Septimont, su ciudad, la ciudad del esplendor, ahora empapada por la marea oscura... La sin nombre ya no sabía si aún podía salvarse. Quizá la investigación a la que se aferraba ya estaba condenada al fracaso. Cartethyia no lo creía, pero la sin nombre no podía aguantar más. Aquella sensación nauseabunda del frío mar carcomiéndola desde dentro le iba calando hasta los huesos y la sangre, convirtiéndola poco a poco en otra cosa.
La buena noticia era que podía sentir cómo se debilitaba su existencia. Tal vez, antes de que la marea oscura la poseyera por completo, simplemente desaparecería. Al menos entonces no arrastraría a Cartethyia con ella.
Cuando trabajaba junto a otros, la sin nombre rara vez era a la que se cuidaba. Ahora, esta impotencia la atormentaba por primera vez. Cartethyia tenía que ir más despacio por su culpa, y la sin nombre se sentía profundamente avergonzada, pero no podía hacer nada salvo esperar... sí, esperar que {Male=el Virtuoso;Female=la Virtuosa} en {Male=el;Female=la} que Cartethyia había confiado llegara pronto.
«Ojalá pudiera seguir siendo útil a mi {Male=nuevo amigo;Female=nueva amiga} aquí».
Apretando los dientes, se apoyó en su arma y se forzó a dar otro paso adelante.
«Ojalá aún pudiera hacer más...»
La sin nombre levantó la cabeza. Arriba de ella, un héroe que una vez había reclamado la gloria en la historia de Septimont se erguía, lanza en mano, mirando hacia abajo. El rostro tallado en piedra parecía albergar una silenciosa compasión, protegiéndola de la oscura lluvia que caía del cielo, ofreciendo un refugio sin palabras a los que venían después.
Pequeñas grandes cosas
Cuando terminó la «historia», Lupa cumplió su promesa. Llevó a {PlayerName} y Cartethyia a una gran aventura despreocupada por Septimont.
Solo {Male=ellos;Female=ellas} tres conocerían la verdad, pero realmente fue un viaje sinuoso y emocionante digno de ser contado en un poema épico.
Una vez que todo hubo terminado y la tensión finalmente se alivió, una débil y persistente preocupación comenzó a agitarse de nuevo en el corazón de Lupa: preocupación por {PlayerName}, por su {Male=compañero guerrero;Female=compañera guerrera}.
Sabía lo fuerte que era {PlayerName}. Salvar Septimont habría sido imposible sin la ayuda de {PlayerName}. Pero fue precisamente porque {PlayerName} había vuelto a hacer lo que le resultaba tan natural, ganar, por lo que Lupa sintió un nuevo tipo de inquietud. No era ajena a la victoria, y sabía mejor que la mayoría lo que el triunfo constante podía traer, tanto bueno como malo. Tras la racha de victorias, una verdadera derrota (no solo un pequeño tropiezo, sino una auténtica caída) puede a veces destruir a una persona.
{PlayerName} era fuerte. Lupa no podía imaginar qué clase de destino podría acabar con {Male=him;Female=her}. Pero si ese día llegaba...
No había nada que pudiera decir. Lo único que podía hacer era hablar en silencio consigo misma de que siempre estaría allí, dispuesta a ofrecer ayuda. De algún modo, Lupa podía sentir que {PlayerName} pertenecía a un destino mucho más grandioso, algo demasiado vasto para alcanzarlo o cambiarlo por ella. Sí, algunas cosas eran grandes y otras pequeñas. Salvar una ciudad era algo grande. Ganar un combate, algo pequeño...
...O tal vez no.
Nunca se lo dijo a {PlayerName}, pero aunque salvar la ciudad había sido un gran logro, el viaje que habían recorrido {Male=juntos;Female=juntas} le había regalado otro tanto. Aunque para {PlayerName} probablemente no había sido más que otra victoria fácil, para Lupa, significaba mucho. Cuando ganaron las semifinales y se apoyaron {Male=el uno en el otro;Female=la una en la otra}, durante un breve instante en la sala de espera, se sintió invadida por una felicidad que nunca antes había conocido. Y como para {PlayerName} esa pequeña victoria era simplemente otro paso adelante, algo que no requería mucho esfuerzo y que apenas merecía reflexionar sobre ello, Lupa pudo saborear una vez más esa alegría pura y transparente, el simple deleite de la competencia.
En ese momento, la llama salvaje e inquieta que siempre había aullado en su interior finalmente, por fin, se calló.
Solo {Male=ellos;Female=ellas} tres conocerían la verdad, pero realmente fue un viaje sinuoso y emocionante digno de ser contado en un poema épico.
Una vez que todo hubo terminado y la tensión finalmente se alivió, una débil y persistente preocupación comenzó a agitarse de nuevo en el corazón de Lupa: preocupación por {PlayerName}, por su {Male=compañero guerrero;Female=compañera guerrera}.
Sabía lo fuerte que era {PlayerName}. Salvar Septimont habría sido imposible sin la ayuda de {PlayerName}. Pero fue precisamente porque {PlayerName} había vuelto a hacer lo que le resultaba tan natural, ganar, por lo que Lupa sintió un nuevo tipo de inquietud. No era ajena a la victoria, y sabía mejor que la mayoría lo que el triunfo constante podía traer, tanto bueno como malo. Tras la racha de victorias, una verdadera derrota (no solo un pequeño tropiezo, sino una auténtica caída) puede a veces destruir a una persona.
{PlayerName} era fuerte. Lupa no podía imaginar qué clase de destino podría acabar con {Male=him;Female=her}. Pero si ese día llegaba...
No había nada que pudiera decir. Lo único que podía hacer era hablar en silencio consigo misma de que siempre estaría allí, dispuesta a ofrecer ayuda. De algún modo, Lupa podía sentir que {PlayerName} pertenecía a un destino mucho más grandioso, algo demasiado vasto para alcanzarlo o cambiarlo por ella. Sí, algunas cosas eran grandes y otras pequeñas. Salvar una ciudad era algo grande. Ganar un combate, algo pequeño...
...O tal vez no.
Nunca se lo dijo a {PlayerName}, pero aunque salvar la ciudad había sido un gran logro, el viaje que habían recorrido {Male=juntos;Female=juntas} le había regalado otro tanto. Aunque para {PlayerName} probablemente no había sido más que otra victoria fácil, para Lupa, significaba mucho. Cuando ganaron las semifinales y se apoyaron {Male=el uno en el otro;Female=la una en la otra}, durante un breve instante en la sala de espera, se sintió invadida por una felicidad que nunca antes había conocido. Y como para {PlayerName} esa pequeña victoria era simplemente otro paso adelante, algo que no requería mucho esfuerzo y que apenas merecía reflexionar sobre ello, Lupa pudo saborear una vez más esa alegría pura y transparente, el simple deleite de la competencia.
En ese momento, la llama salvaje e inquieta que siempre había aullado en su interior finalmente, por fin, se calló.
Líneas de Voz de Lupa
Pensamientos: I
Ah... No esperaba que los paparazzi tomaran fotos mías paseando. Bueno, no, no solo mías; también querían fotos tuyas, {Male=guerrero;Female=guerrera}. Al fin y al cabo, tú también eres {Male=un campeón;Female=una campeona} y la comidilla del pueblo. Aunque imagino que no te apetecerá salir en las revistuchas de cotilleo. No te preocupes, mañana me ocuparé de eso. ¡El tiempo que pasamos {Male=juntos;Female=juntas} debería ser solo nuestro!
Pensamientos: II
Siempre me acuerdo de mi infancia cuando lucho contigo. Solía «luchar» contra otros críos usando armas de cartón. Sin espectadores, ni vítores, ni gloria en juego, ni preocupaciones en la cabeza. Ganáramos o perdiéramos, nos dábamos un abrazo y lo pasábamos bien. {Male=Compañero;Female=Compañera}, ¿podríamos darnos un abrazo ahora?
Pensamientos: III
¿Quieres hacerlo tú? ¡Claro, adelante! Toma, usa este peine, lo compró mi ayudante. Dijo que hacen falta muchos peines para mantener la cola exuberante. Mmm... Se te da muy bien... Ni yo misma logro peinar tan bien... ¿Por qué tengo tanto sueño?
Pensamientos: IV
Me siento un poco intranquila al tener que separarme de ti e ir por mi cuenta. Cartethyia te pasó a ti la esperanza, pero tú me la has confiado a mí. Es una batalla que debo ganar. El fracaso no me da miedo, pues quienes no pueden aceptar la derrota con calma jamás lograrán la victoria, pero... soy la «protagonista» que has elegido. ¿Cómo podría decepcionarte?
Pensamientos: V
He recibido muchos honores, pero el que más valoro es la medalla del campeonato que gané contigo. Amo esta ciudad, la tierra donde se alza, sus vistas, sus gentes. Es un lugar de gloria y orgullo, de suciedad y desesperación, pero lo amo todo. Supongo que no puedes quedarte para siempre en Septimont. Tu tiempo aquí solo será un breve pasaje de tu vida, pero brillará como el fuego en mi corazón. Aunque la oscuridad se extienda, estos recuerdos me iluminarán para siempre.
El pasatiempo de Lupa
Me encanta ir a los baños de Septimont tras una sesión de entrenamiento. El agua caliente ayuda mucho a reducir el cansancio. Deberías probarlo.
El problema de Lupa
En invierno, se me acumula mucha electricidad estática en la cola. Tener que cepillarla así es muy molesto.
Comida favorita
Un saltimbocca hecho con carne fresca. Tengo un paladar muy septimontino, así que añadir un poco de salsa picante me parece bien, ¡pero nada de crema agria como los raguneses!
Comida que no le gusta
Las Viandus. Ah, son comida preparada por Ecos sin intervención humana. Sosísima, de verdad. ¿Acaso los Ecos de Septimont odian los condimentos?
Ideales
Lo único que quiero es disfrutar de la emoción de la competición, gane o pierda. Quiero sentir los latidos de mi corazón al atacar, el arma en la mano, las mejillas ardiendo con la emoción de los ánimos y la atención del público... Lo más puro y simple, no necesito nada más. Hace falta estrategia, perseverancia y trabajar duro para ganarse esa sensación, ¡pero merece la pena! No es fácil seguir con esto durante toda una vida, pero jamás me rendiré.
Chat: I
¿Esta lanza? Fue un regalo de la dómina Julia... Sí, la misma arma que empuñé en mi primer enfrentamiento en Septimont. Por aquel entonces, yo no era más que una niña con lo que algunos llamaban «algo de talento natural». Ella me vio entre la multitud y me puso en el centro de atención. Por eso, en los años que siguieron, toleré aquellos términos contractuales indignantes e ignoré voluntariamente que su objetivo era usarme para su propio beneficio. Pensaba que su orgullo la mantendría a raya, que evitaría que se adentrara de cabeza en la oscuridad...
Chat: II
Ya no me acuerdo claramente, pero... recuerdo la desesperación de estar atrapada en una ciudad vacía, con los muros llenos de Plaga de Marea y monstruos deambulando por las calles. Todo el mundo había desaparecido sin dejar rastro. Nunca había visto Septimont en un estado tan lamentable. No podía soportar ver aquellas luces infernales, pero me dije: «Aún puedo aguantar». Debo seguir adelante... y buscar la forma de salvar esta ciudad una y otra vez si hace falta...
Acerca de Cartethyia
En aquella ciudad vacía, Cartethyia me ayudó en mis momentos más dolorosos y delirantes. Al principio, nuestras conversaciones resultaban forzadas. Supongo que no había hablado con nadie desde vete a saber cuándo. Pero, a medida que pasamos tiempo juntas, me di cuenta de que Cartethyia es en realidad una persona alegre y de trato fácil. Para alguien como ella, estar atrapada en un sitio durante tanto tiempo debió de ser insoportable... Ahora que nuestro largo viaje ha llegado a su fin, espero que mi amiga pueda disfrutar plenamente de este momento de paz.
Acerca de Augusta
Viendo vídeos de combates pasados de la éforo, me pregunto si se adentró en la arena por interés político o para demostrar su valía. Fuera cual fuera su motivo, el ascenso al poder de Augusta fue algo positivo para Septimont. Los inicios de un cambio son siempre los más difíciles, y la respeto por ello.
Acerca de Iuno
No suelo ir al templo a rezar para pedir revelaciones, así que no puedo decir que conozca bien a las sacerdotisas, pero Iuno me cae bien. Aunque a muchos nobles no les gusta su excentricidad, yo diría que ese carácter tan orgulloso que tiene es muy divertido, ¿no crees?
Acerca de Brant
Muchos gladiadores de las Furias Azules pertenecieron a la Troupe Torpe. Recuerdo que una vez, en el Puerto del Acantilado, vi a su capitán saltar desde la cubierta para abrazar a su tripulación. Estuvieron hablando un rato y entonces, de repente, ¡se pusieron a cantar!
Acerca de Mya
Cuando vi por primera vez vídeos de la contendiente Mya, simplemente me impresionó su determinación, pura y sin filtros. En aquella época, mi equipo tenía algunos problemas; mis compañeros me acusaban de no entender qué se siente cuando te van dejando atrás. Normalmente, no hubiera dado importancia a algo así, pero las voces apenadas fueron en aumento y empezaron a pesarme. Fuerza, debilidad, ganar, perder... Empecé a preguntarme si había llegado tan lejos a base de suerte. Pero Mya me ha mostrado la respuesta con la vida que ha vivido: ganar es darlo todo.
Deseos de cumpleaños
¡Feliz cumpleaños, {Male=compañero guerrero;Female=compañera guerrera}! Ja, ja, ¿te he asustado? ¿Cómo se me iba a olvidar tu día especial? Te tengo preparada una fiesta en el Hotel Leónidas; cuando sea que vuelvas a Septimont, allí estaré esperando. Ahora, ¡mira por la ventana! Esos fuegos artificiales son en tu honor. Los septimontinos sabemos montar un buen espectáculo gracias a todos los concursos y celebraciones que organizamos. Venga, ¡que empiece la celebración con un vaso de zumo de trigo! ¿No? ¿De verdad? Bueno, como quieras. Entonces, cierra los ojos y pide un deseo.
Inactivo: I
¿Ah? ¡Si estás aquí!
Inactivo: II
En un enfrentamiento, me resbalé y no me cubrí bien, pero mi oponente no se dio cuenta. Poco a poco, empezó a perder ventaja y... aquí empezó a ponerse nervioso hasta que... ¡lo derribé de un solo golpe!
Inactivo: III
*Sonido de esfuerzo*
Autopresentación
Lupa, gladiadora de Septimont. Tú ignora la atención, {Male=guerrero;Female=guerrera}. ¡Esta victoria es nuestra y la saborearemos!
Saludo
Oh, ¿me está llamando un torneo nuevo?
Unirse al equipo: I
¿Me has llamado, {Male=guerrero;Female=guerrera}?
Unirse al equipo: II
¡Hora de cazar!
Unirse al equipo: III
Me uniré a ti en combate.
Ascensión: I
Nuestro trabajo en equipo está mejorando.
Ascensión: II
¡Fantástico! Registraré nuestro entrenamiento y disfrutaré de cada detalle.
Ascensión: III
¿Parezco demasiado emocionada? Porque, la verdad, lo estoy. Lo único que quiero es seguir luchando contigo.
Ascensión: IV
Otra... Otra más... ¡Otra ronda más, {Male=guerrero;Female=guerrera}! ¡Quiero la revancha!
Ascensión: V
¿Sientes cansancio al pasar de una batalla a otra? Quiero ser más fuerte, más sabia y mejor. Quiero ser la persona que te cubra las espaldas, ser tu... compañera guerrera de más confianza.
Ataque cargado: I
¡Hora de luchar!
Ataque cargado: II
¡Todo o nada!
Ataque cargado: III
¡Empecemos!
Habilidad de resonancia: I
¡Te he pillado!
Habilidad de resonancia: II
¡Acabaré contigo!
Habilidad de resonancia: III
¡Enfréntate a mí, cobarde!
Habilidad de resonancia: IV
Qué mediocridad.
Habilidad de resonancia: V
Huelo miedo.
Habilidad de resonancia: VI
¿Eso es todo?
Habilidad de resonancia: VII
¡Quiébrate! Oscuridad.
Habilidad de resonancia: VIII
¡Muere! Ser malvado.
Habilidad de resonancia: IX
¡Huye! Escoria.
Habilidad de resonancia: X
En el centro de atención.
Habilidad de resonancia: XI
La gloria está cerca.
Habilidad de resonancia: XII
Unámonos y aullemos.
Habilidad de resonancia: XIII
¡Un gran trabajo en equipo!
Habilidad de resonancia: XIV
¡Apoyo en el momento perfecto!
Habilidad de resonancia: XV
¡Ataquemos como {Male=uno solo;Female=una sola}!
Liberación de resonancia: I
¡El triunfo está cerca!
Liberación de resonancia: II
¡La batalla no ha acabado!
Liberación de resonancia: III
¡Conmigo hacia la victoria!
Habilidad Intro: I
¡Anímame!
Habilidad Intro: II
¡Apláudeme!
Golpe: I
¡Inténtalo otra vez!
Golpe: II
Un movimiento sin sentido.
Herido: I
Je, menudo ataque.
Herido: II
¡Aún falta la segunda parte!
Herido: III
Qué vergüenza...
Derrotado: I
Una guerrera... muere con honor.
Derrotado: II
Huele a... Viburnum de hojas de sangre...
Derrotado: III
¿Me aguarda el Valle de la Gloria?
Invocación de Eco
¡A mí!
Transformación de Eco
Táctica nueva.
Enemigos acercan
Oigo presas atemorizadas.
Planeador
¡Vientos de lo salvaje!
Sensor
Te estás escondiendo, ¿eh?
Cofre de suministros: I
¡Presa asegurada!
Cofre de suministros: II
Je, es un buen botín.
Cofre de suministros: III
¡Elige tú primero!